Informe Puerto Echeverri, Río Dubasa, Departamento del Chocó

Claudia Patricia Platarrueda Vanegas

cplatarrueda@hotmail.com

Profesora de la Universidad Externado de Colombia

Profesora de la Fundación Universitaria San Martín

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Santafé de Bogotá, 13 de diciembre de 1992

CANTO DEL MONTARÁ

Eta vira solitaria
Que aquí llevo,
Con mi jembra y con mis´hijo
Y mis perros,
No la cambio poc la vira
Re los pueblos…
No me farta ni tabaco
Ni alimento;
Re mi pacmas eje er vino
Má qué güeno,
Y er guarapo re mi cañas
!Etupendo…!
Aquí nairen me aturruga;
Er prefecto
Y la tropa comisaria
Viven lejo;
Re moquitos y culebras
Nara temo;
Pa lo tigres ta mi troja
Cuando ruecmo…
Lo animales tienen toros
Su remerio;
Si no hay contra conocía
Pa er gobiecno;
Conque asina yo no cambio
Lo que tengo
Poc la cosas que otro tienen
En los pueblos…

                    Candelario Obeso (Mompox 1849 – 1884)

Mi más íntimo deseo es dejar suspendida en estas páginas esa imagen vívida del Baudó, algo más que el sonido nocturno del río o el salto del pez sobre sus aguas, ese minúsculo brillar de las luciérnagas. Y la lluvia…

La lluvia cayendo gota a gota en mi memoria. Viento, sol, humedad; vegetal y vida.

La única herramienta que poseo es mi propio verbo. Intentar recobrar en el papel la voz de doña Juana, su palabra y su canto; la belleza de sus brazos fuertes, columpiándose lentamente entre esa sombra proyectada por la luz de una vela, mientras narran para mi esa historia eternamente repetida en el recuerdo. Recuerdo la voz de mis amigas: Cenaida y Susana, Emilia y Julia; Bonifacia, Enriqueta, Erminia y Vicenta, con quienes viví la cotidianidad y la alegría; a todos sus hijos, sus risas y sus llantos; en especial, a Eduardo, mi pequeño guía y “guardaespaldas” de apenas siete años, que me llevaba en champa para que yo pudiera andar. Recuerdo las historias de Emiliano, de Emilianito; de don Juan, Argemiro, Daniel, Rubén y Marcelino, que me dejaron acercar al tenue velo que separa nuestras vivencias y así mirar hacia el otro lado, hacia el territorio de los hombres. Y a todos los otros, los recuerdo con mucha alegría. He quedado en deuda con todos. Solo espero que este informe contribuya de algún modo al desarrollo de sus luchas. Gracias.

Agradezco a la Universidad Nacional de Colombia, por brindar los medios para realizar el viaje. Por último, mis agradecimientos son, especialmente, para Jaime Arocha y Adriana Maya; sin su esfuerzo no hubiera sido posible este momento.

LA DESCRIPCION COMO HERRAMIENTA

Este informe ha debido ser un ejercicio de interpretación de mi estadía, durante más o menos tres semanas, en la ranchería de Puerto Echeverri, ubicada sobre el río Dubasa, en el departamento del Chocó. Debo decir que, a través de mi vivencia y relación con la gente y a partir de mi búsqueda, me acerqué a múltiples temas; creo que su importancia radica en la posibilidad de que esa información pueda ser punto de partida para trabajos específicos posteriores. En ningún caso, esas distintas esferas temáticas pueden, aún, brindar algo más que riquísimas sugerencias y preguntas. Sin embargo, y esto es lo más importante, pueden agregar algunas pocas líneas al conocimiento de la manera como los habitantes afrocolombianos del río Dubasa representan, explican y viven el mundo en su cotidianidad.

Hablo de lo que ha debido ser este informe dado que he decidido, en contravía con los objetivos propuestos, realizar una descripción minuciosa de aquella información que, según mi concepto, tiene alguna relevancia. Mi aspiración es poder hacer de esa descripción una herramienta más de trabajo, teniendo en cuenta todas las limitaciones que posee. Sin embargo, creo que la naturaleza, la escogencia, la selección y el ordenamiento de esos datos llevan implícitas las características de mi búsqueda, de mis intereses y de mi acercamiento a la realidad que pretendo describir. Espero que ellas puedan percibirse a través de la lectura y que “los datos”, mágicamente y en la riqueza de su sugerencia, hablen por sí solos.

De otra parte, creo que es necesario buscar la forma de compartir, discutir y ampliar las perspectivas del trabajo con aquellas personas directamente afectadas por nuestros presupuestos, aquellos que nos han abierto sus puertas. Una relación libre de categorías académicas y tecnicismos. Sin embargo, las posibilidades (en mi caso el tiempo y la inexperiencia) van menos lejos que las intenciones. Espero que más adelante esto pueda concretarse en una relación más vital.

Por último, quiero subrayar que me he propuesto un acercamiento a la realidad que, efectivamente, es distinta a la mía propia. Es decir, el río que conocí está habitado por peces, vegetales y barro; pero, además, por peces malos, madreaguas, sin culos o vacas de agua. Son otros los referentes para demarcar el límite de lo posible. Una parte fundamental del ejercicio sobre mi experiencia ha sido ampliar mis propios referentes, para abrir así la posibilidad de conocer esas realidades intangibles. Por tanto, todo lo que aquí se dice ha sido tomado por mí como verdadero (en la medida en que he estado cercana de sentirlo, de verlo, de creerlo) y como realidad será narrado.

HISTORIA Y TERRITORIALIDAD

Quiero narrar mi vivencia en el Baudó reproduciendo la forma como me acerqué al conocimiento de la gente, de su historia y su territorio. Primero, intenté buscar esas cosas hechas por la gente en las que queda tatuada su historia. Las huellas de las personas convertidas en palabra, el lugar donde el tiempo y el espacio se eclipsan. Poco a poco, fui encontrándome con ese ámbito del territorio que mal se ha llamado simbólico, ese espacio que llaman mágico. Allí, donde todo hace parte de la realidad y no existe un lugar para la duda. Yo no quiero, por esto, romper el delgado hilo que une, en mí, la “razón” con la “creencia”. Por tanto, no intentaré separarlas como dos ámbitos de la realidad. Si en la montaña habitan tigres y mohanos, me veo forzada a contarlo de esta manera para no faltar a la verdad.

Buscando las huellas de los hombres

A lo largo del río Dubasa y allí donde hay una casa o un caserío se ven altas palmas de coco, palmas de chontaduro, guamos, caimitos o palmas de Cristo. En algunos lugares, esas palmas yacen solitarias entre los cultivos o están agrupadas donde la gente cuenta que ha habido casa. Emiliano, el de Boca del Salto, me cuenta que el chontaduro y algunos otros árboles son sembrados de pájaro. Yo le pregunté a doña Juana al respecto y ella me dijo:

Se consigue siembra de pájaro del chontaduro, porque el chontaduro, cuando está maduro, lo persigue mucho la catanica y la lora. Esos avichuchos [sic], pues, se tienen de la fruta; entonces, la botan y puya el producto. Y también otro árbol que puede ser sembrado de pájaro, porque se sabe que fue sembrado de pájaro, la guayaba, que también se la lleva el pajarito y tira la semillita, la frutica, por allá. El coco, no. Donde hay coco vivió persona. Donde hay, hay veces, chontaduro, también.

Río arriba y más allá de La Vuelta de los Manyoma (vuelta de los indios Manyoma, donde hoy vive “libre”), Rubén me mostró una amplía playa donde hay una agrupación densa de palmas de coco y chontaduro, se llamaba El Mate. Me dijo que la gente empezó a salir de allí hace como diez años, casi todos para Bellavista, cuando se fueron muriendo los viejos.

En Puerto Echeverri, caserío que se fundó en 1938, cuando se construyó la escuela, hay muchas palmas de coco sembradas en las orillas del río o en los solares de las casas. Emilianito, hijo de doña Juana, me mostró una palma sembrada por su abuelo Emiliano, otra por su padre, Luis Eliecer, y otras cuantas, sembradas por familiares suyos. Parecería que cada palma tiene su dueño.

Allá, en Casa Vieja [se le llama así al sitio donde estuvo viviendo gente], en La punta [los extremos del rancherío], donde está el chontaduro, se reconoce por lo sembrado. Hay otra casa vieja en la Calle de los Renjifo, cerca de la quebrada Tatandré, donde vivía Andrés María, el bisabuelo de Emilianito.

Ya doña Juana, Julia y Cenaida me habían contado que las mujeres guardan el ombligo de sus hijos para sembrarlo en una palma de coco. La madre pone a puyar la mata y, cuando ella ya está grande, se siembra en otra parte junto con el ombligo. “El agüero se tiene, porque se piensa que si el ombligo se bota la persona rueda, camina mucho”.

Algunos dicen, y Emiliano lo niega, que el ombligo se siembra en una palma para que ella le pertenezca. Otros cuentan que el ombligo también se siembra en un chontaduro, un chocolate o un plátano. Doña Florentina, una mujer de Cabí, de río ajeno, me cuenta que también lo siembran bajo el trúntago de la casa donde nace el niño. En fin, todos aseguran que el ombligo se siembra, ya en un coco, ya en un chontaduro, para tener recuerdo.

Para que el coco cargue tiene que sembrarlo una primeriza, es decir, aquella mujer que está embarazada por primera vez. Si el coco no carga, se le da rejo en las raíces. Los tres cocos que tiene doña Juana en su solar fueron sembrados en viernes santo para probar, pero parece que no es propicio, porque no cargan. Don Juan me mostró el cucarrón rojo que se come el cogollo del coco y lo seca. Para matarlo, uno se orina en la raíz y le hecha ceniza y agua caliente.

Doña Juana estaba astillando la leña en el solar de su casa. Cada machetazo era acompañado por un ronquido sordo causado por el esfuerzo. La leña estaba muy dura y el trabajo era muy lento. Entre tanto, ella me contó acerca del trúntago:

[…] es que lo que pasa es esto, que, como este es un palo durable, a como cae esta casa aquí, se cae; entonces, esos guayacanes sirven para construir otra casa en otro lugar, ¡ajá!, o allí mismo, pa´ renovarla. Pues, siempre queda, porque es un palo muy durable. Estos eran de mi suegro, Manuel Emiliano Renjifo. Ese es tío de Emiliano el de Boca del Salto, Renjifo Pacheco, claro que él se firmaba Sánchez, ¿cierto?, pero es Pacheco. Cuando se calló la casa de arriba, entonces él hizo casa acá. Todos vivíamos allá. Y ya, cuando se calló la casa, él hizo casa aquí. Ya la primera casa que hicimos aquí era de pajilla, como esta, esta, de palma. Entonces, después la hizo de cartón; ya se calló ese cartón, le colocó el hierro, ahí en una sola casa. Y ahora nosotras la estamos renovando, después. Y están los guayacanes en sí […]. Cuando el trúntago se entierra, ahí dura más, porque la tierra lo enjute. Imagínese que aquí hay un guayacán, un pedacito, ¡ya me acordé!, el guayacán más viejo de la casa. Cuando ese guayacán usted lo viene a ver consumido es mucho lo que ha podido haber durado, sí. ¡Imagínese! ¿Usted cree que esto es de hoy? [muestra la madera que tiene en sus manos]. Es el mismo como para la casa. Este, como ya no lo utilizan, lo cogieron pa´ astillar leña; este chiquito era soporte del piso.

Cuando fui a visitar al papá de Bonifacia, Enrique Córdoba, en su finca de La Vuelta de los Manyoma, él me estaba esperando. Don Enrique es un hombre que tiene por lo menos 80 años. Yo quería preguntarle acerca de la historia de los indios Manyoma. Él le prestó muy poca atención a ese deseo: me quería hablar del trúntago. Bonifacia le contó que yo venía buscándolos. Lo cierto fue que él había sacado una de las bases de la casa vieja para que yo pudiera llevármela para Bogotá. Era un trúntago muy ancho, tanto que, aunque estaba muy corroído, era más ancho que aquellos maderos con los que hoy se hace casa. Él me contó que ese trúntago le perteneció a su bisabuelo, que fue el primero que vino.

De los cementerios me contaron poco. Sin embargo, conocí dos de ellos y en los recorridos por el río me mostraron los otros desde lejos. Todos estaban ubicados en una loma, creo, entre dos aguas, pero no estoy muy segura de eso. Desde la canoa se alcanza a ver, donde hay cementerio, un manchón de color rojo de la palma de Cristo. En Puerto Echeverri, las tumbas están en la cima, pero también en las ondonadas del terreno, sin un orden aparente. Cada tumba, que forma un pequeño montículo, está adornada con una siembra de quizá cinco u ocho palmas sobre ella. Muchas no tienen señales, algunas muy pocas están cubiertas con placas y cruces de cemento y, más extraño aún, se ven muy contadas cruces de guayacán.

En el camino al cementerio, don Juan me condujo por un puente, que atraviesa un pequeño chorro, hecho con Guayacán y a punto de caerse. Me mostró las tumbas de su mamá, de su hermana y de su papá de crianza. Él mantiene muy limpias esas tumbas a diferencia de todas las otras que, en muchos casos, no se distinguen entre la maleza. Cuando don Juan se refiere al cementerio lo llama el florero. Sócrates me mostró el cementerio de los antiguos, abajo del caserío, donde empieza una nueva calle. Se le llama Pueblo Grande. Cuando se dejó de sembrar muerto allí, entonces se volvió a trabajar la tierra, primero con arroz, también hubo ganado. Hoy, el lugar está enrastrojado. Cuentan que hay todavía algunas cruces de madera y todos hablan de la cruz de doña Magdalena. Sin embargo, no pudimos encontrarlas. Doña Juana me dijo que Pizarro fue fundada sobre un sembrado [de muerto].

Lo sembrado

Argemiro me contó que existe una diferencia entre lo sembrado y lo cultivado. Lo sembrado es aquello que se cava. Lo cultivado es, en cambio, producido por la tierra, pero cuidado por el hombre para que dé sombra, por ser madera o por ser fruto. También me cuenta que la tierra es fría y que, cuando ella esta rozada y sembrada, se calienta. Entonces se debe dejar enmontar para que vuelva a enfriarse.

En su finca, debajo de Echeverri, hay parmal. Su tierra, por ser baja, es muy anegadiza y para que pueda sembrarse platanera tiene que ser cuneteada y sanjeada. Según Emiliano, también hay parmal entre las quebradas Borracho y Acosó. Se acostumbra a sembrar primero arroz para así secar la tierra. Cuando los terrenos no son anegadizos se les llama tierras duras. Emiliano también me contó que:

[…] cuando hay luna llena, la vegetación nunca se puede dominar: la hierba no pudre y vuelve a retoñar. Con luna llena los productos cargan más y tienen mejores duraciones, engruesan. Con la luna llena se deben sembrar los frutales. Con otra luna, la floja, creciente luna, no se pueden sembrar, crecen mucho y poco duran. El plátano, en la floja luna, que dice creciente, se debe sembrar, porque las matas son grandes y los racimos también. En la llena luna el racimo es muy pequeño.

Doña Juana, mostrándome la luna (esa que nosotros llamamos creciente), me dijo que así se le dice menguantica y que estaba justa para cortar el cabello. Dos días antes, cuando estaba de un dedo, estaba floja, estuvo floja durante dos días, más o menos. Cuando la luna esta floja no se debe cortar material para la casa.

Rosa Irene Caizamo, una indígena de Catrú, me enseñó el proceso del plátano. Él se siembra y carga en cuatro meses. Luego corta el colino a la raíz para que vuelva a hacer cargar. Un colino dura dos o tres años. Cuando de la raíz nacen muchos hijos, el colino ya no vuelve a cargar, se debe quitar la raíz y sembrar en otra parte.

Sin embargo, Rubén me mostró desde la champa que, en Guineo, allá donde mucha de la montaña ha sido recién tumbada o donde hubo sólo una siembra hace quince o veinte años, hay plataneras que tienen siete, diez, hasta quince años de producido, porque la tierra esta buena; en algunos casos, cuando ya se ha dejado de rozar periódicamente. Nunca se saca la raíz y el plátano se deja pudrir.

Argemiro me contó que los únicos árboles que no le dan sombra al platanero son el cedro y el caucho. Las hojas de esos árboles se desgranan y sirven de abono para la siembra. Rubén dijo que donde hay palo de algodoncillo la tierra es mala, porque hay mucha peña y piedra. El yuyo [elecho], en cambio, ayuda a que crezca bien y dure más.

Doña Juana me dijo que aquí el maíz no se siembra, no se cava. Se riega y luego los trabajadores van rozando. A los ocho días de regado, cuando hay clavito, se tumba. A los tres meses hay chócolo. En el Atrato lo siembran y lo desyerban. Hay maíz amarillo, blanco, rojo (guaitotó, en lengua de indio) y negro (paisosó) del que los indios hacen la chicha rosada.

Emiliano dijo que el cacao gasta dos años para cargar y dura toda la vida. Él se ahiela. Dijo Argemiro que la escoba de bruja ahiela y no lo deja producir. El cacao hace finca. También hace finca el banano, el coco y los frutos perennes. Hay fincas de cacao que tienen hasta cien años. El plátano, en cambio, no hace finca, tampoco el maíz o el arroz. Argemiro me dijo que, para él, tener finca significa tener platanera, cacao, arroz, maíz y frutales en un mismo sitio. Sin embargo, todos hablan de la finca de cacao o de banano en sitio donde está sembrado sólo alguno de esos productos.

Es preciso decir que todos me contaron que el muerto es sembrado, “porque todo lo que se cava es siembra”, “todo lo que se entierra es sembrado”.

Lo cultivado

Doña Juana me contó que, en la socola, cuando se baja la montaña, no se tumba la palma barrigona, la palma zancona, el caucho, el higuerón, el puntalanza, el cedro, el peinemono (guácimo blanco, que sirve para madera) y el obo (comida de los cerdos). Argemiro me señaló que el guayacán de palma (que sustituye el trúntago en casas que duran más o menos cinco años), también se cultiva. El palo de mora sirve para hacer canalete y canoa, pero ahora está escaseando. También se está cultivando el guamo y el yarumo, que son utilizables.

La paja del cabecinegro se utiliza para el techo de la casa, pero ella se tumba cuando está muy alta. El bejuco quemacarate (que tiene una leche que quema) sirve para cinta de casa y la palma de quitasol, que sirve para la pared, se tumba, porque da sombra. El chacarrá y el chapí, dos frutas que se comen, también se tumban. Hay en el monte un bejuco que se llama amarradiablo y que sirve para amarrar las canoas, porque es muy fuerte.

Se acostumbra a sembrar cedro. Sus semillas son regadas en la tierra por la brisa, pero, cuando hay en las orillas, es sembrado. Una palma que también es sembrada en las orillas es la iraca, porque ella solo se encuentra en la montaña. En cambio, los cañadulzales no son sembrados. Están en las orillas, pero porque el río riega la semilla en el barranco. Se pueden encontrar en la montaña, pero sólo en algunos lugares, donde la tierra es fresca.

Doña Juana también me contó que, en Casa Vieja, donde su suegro don Emiliano, hay cultivos:

[…] árboles de cuando eso. Hay guama, sembrado viejo. Y ahí en el guácimo está sembrado el bejuco, es un palo. No tiene fruto [el guácimo], sólo que él florece, pero eso no se utiliza. No es sembrado, no, eso es producido, de la tierra; en la esquina de la casa, produjo ahí ese palo. Y ese piddé, él habla. Ese, habla, pero a ese no se le vio el rendimiento, porque él lo atrasó, lo regañó, porque pues ya ahí empezaban a haber figuras; entonces, ya él lo regañó y ya no habló más. Ese bejuco lo siembran aconsejado, para cuidar la cementera. Entonces, uno siembra ese, no entra gente a robar porque no lo dejan. Ahí habla, cocorea, se ríe, canta gallo y así toda postura, de toda figura hace ese bejuco. Él lo retazó, ay, porque ya estaba haciendo daño. Ver a ver, ese piddé, un día estábamos encima de la casa […], la pelaita ahí, cuando viene él [el bejuco] a llamar la niña, a Susana, la hija mía. ¡Caperusa! ¡Caperusa! Se volvió humo. Y la niña ahí, ya donde apareció era el mismo bejuco. Se la quería coger. Entonces, como estaba ahí, cerquitica a la casa, él lo atrasó, lo regañó. Porque el cantaba jai, él cantaba, mi suegro cantaba jai. Aprendió de indio y de un libre que decían Chamaías, Él vivía en Urudó […]. A nosotros no nos asusta, no, porque él, antes de sembrarlo, él le habló, le mostró los muchachos, que cuidado se fuera con ellos, lo aconsejó bien aconsejado.

            El piddé también es producido de la tierra, pero sembrado para asustar, como me enseñó Emiliano:

[…] se siembra con un sombrero y con una peinilla de balso […]. Pero sembrado, después que puyó, se le quita el sombrero y la peinilla y ahí ya asusta con eso. Se aparece con el sombrero y se aparece con la peinilla. ¡Qué misterio, pues! Como un hombre con su peinilla y su sombrero. Es que no se puede poner machete, porque lo mata. Es para que asuste apenas y hay unos que de eso mueren, de ese susto.

            Irene Caízamo, la mujer emberá, también me habla del piddé:

Piddé es una hierba, un árbol, un bejuco. Dicen también que grita cuando va a ser sembrado y lo siembra así. Grita como gente, como gente habla. Si es para cantar, canta. Cuando el que viene a robar también es que así, canta, grita, silba. Y ahí uno está oyendo, uno se asusta entonces. Cuando viene a robar uno se asusta y ahí va corriendo, se enloquece, pues, uno. Va corriendo. Y ahí uno va a decir: !Ay!, yo pa´lante no voy a robar más, porque allá en esa casa gritó, silbó un poco, aulando, aulando ahí un gente. El mismo dueño de la casa siembra […]. Un hijo mío tiene sembrado. Ahí ese canta, grita y como late como perro, como vaca y chivo, como caballo, grita, que un poquito grita gente, como gente cholo. Así canta. Un poco como teniendo hijo, también, ahí, sí, aulando los muchachitos un poco, aulando.

Cruz Helena me contó que al piddé también se le pone clarinete para que ese sea el que cante. Y, además, se le dice que puje. Se le pone rejo de vaca para que dé rejo al que se acerque. Doña Juana agregó que el piddé también sirve como tonga, que se toma para ver quién roba, para cuidar el monte como respaldo. El cholo zángano también toma para ver quién puso madreagua.

La montaña

En la montaña, el monte bravo, hay muchas plantas y muchos animales. Algunas de las plantas son medicinales y sólo se encuentran allá. De esas, unas son imprescindibles para curar, por ejemplo, picadura de culebra. Sólo pude saber de una fruta de montaña: el maracuyá de monte bravo o granadilla de castilla, que son la misma. También hay muchos animales y de esos algunos se cazan. Se busca guagua, sagino, ñeque, venado, tatabro, tigrillo, tigre, perdiz, cusumbí, ratón y de todo lo que se encuentra. Ana Teresa me contó que el tatabro, el zaino y el cerdo son de la misma familia.

Para matar el Zaino, se tiene que coger primero al delantero, al más pequeño. Entonces, ellos tratan de recogerlo y en ese momento la persona sigue matando. Así se van. Cuando es la época de ellos, en febrero, salen a pasar de una montaña a otra cruzando el río. Entonces se aprovecha para cazarlos.

Argemiro, Daniel y don Juan me dijeron que en el monte hay unas cuevas que se llaman ducumaceras y es allí donde se reproduce y protege la guagua. Cuentan que a esas cuevas se les dice así porque allí vivía un animal llamado Ducumá, que rompía la roca, pero afirman que nadie sabe si eso es cierto. En la ducumacera es fácil cazar a las guaguas, pero no se debe hacer porque se extinguen. Sin embargo, me explican que los indios están cazándolos allí y han empezado a escasear.

Cuando se está cazando, el tatabro no persigue a la gente, pero si muerde a los perros. En cambio, como me contó Ana Teresa, el tigre sigue el rastro, lo galvata (cava) y lo orina cuando está rabioso. El persigue cuando siente el miedo de la persona y si la encuentra ella tiene que desnudarse para que él se vaya asustado. Ana Teresa, una vez que se encontró a un tigre, tuvo que desnudarse para que él se fuera.

Emilfa me dijo que los huesos de los animales cazados en el monte no se deben golpear. Tampoco se debe dejar podrir la carne, ni dejar rebozar la olla donde se está cocinando. Por esto regaña fuertemente a Niña, su hija, cuando ella estaba dándole machetazos a un hueso de guagua.

Misael, un hombre de 52 años que vive en la quebrada Guineo, me dijo que su papá, Aristides Ramírez (que se vino de Taridó para coger caucho en Dubasa cuando Misael estaba pequeño), sacaba de la montaña babilla, nutria, tigre y tigrillo para vender la piel. Al respecto, doña Juana me contó que:

[…] al caucho lo picaban y enseguida lo iban sacando. Cuando ya tenía tres días de picado, que ya coagulaba en el palo, entonces iban arrancándolo, iban amontonando todo ese caucho. Entonces, ahora sí, cuando ya terminan, lo recogen todo y lo echan en una paila, lo montan al fogón, agua caliente y ahí lo echan en una vasija y lo aprietan pa´l plan y le ponen peso ahí. Cuando ya enfrió, quedó cuaguladito. Así me contaban mi mamá y mi tía, porque a mí no me tocó, pues, sacarlo, ¿cierto?            

En la montaña también hay un árbol, el lechero, del que se utilizaba la leche que produce. Don Juan me contó que esa leche se cocinaba y se le agregaba el polvo del palo de balsa tiznado y quemado. La mezcla se echaba en una hija y se envolvía. Era como una vela, pero larga y, como una vela, prendía y daba luz. Esa vela se llamaba embil.

Doña Juana dijo que en la montaña habita la madremonte. Ella es una fiera que se aparece como gente. Es un fantasma que se lleva a la persona cuando se va a montiar, la envolata, le hace perder el camino y la emboba. Rubén me contó que, cuando se está cazando, la madremonte le pone la cabeza grande al cazador. Entonces, él ve visión (que quiere decir diablo). Doña Juana y Rubén, para referirse a la visión y al diablo, hablaron de la región o rigión. Por eso, es malo que los niños boten los trapos, porque de ellos salen fantasmas en los barrancones del río o en el pantanero. Algo como un espanto, como una cosa que se abre.

Doña Ana Teresa me habló del duende, un pequeño hombre con sombrero, peinilla y carriel que se aparece en la montaña. Antes, él se llevaba a las señoritas y una vez se llevó a una hija suya. Tuvo que salir el padrino y la madrina de Ana Teresa con un rejo de vaca para rescatarla.

El mohano es un tigre, pero más grande, tanto como una vaca. Él es un zángano (jaibaná, indio o negro) convertido en animal. Cuando el zángano muere es preciso clavarle el corazón con una estaca de chonta para que no se convierta. El mohano grita durísimo, le gusta andar por los filos para que su grito vaya lejos. Con su grito es capaz de matar a todo un pueblo. Doña Juana me dijo que:

Por allá, para San Juan abajo, sacaron un mohán cuando se estaba convirtiendo, Cavaron donde lo enterraron. Cuando cavaron, estaba él sentado haciendo así [respirando alterado] y lleno de pelos. Le clavaron la chonta. El mantiene en unos ríos que huelen a podrido. A Emiliano no le clavaron, porque él era hierbatero, cantaba, pero no era concentrado. El que se quiere volver mohano tiene que tomar o untarse una hierba.

Bonifacia contó que al mohano hay que echarle sal en la boca al momento de clavarle el corazón. Me dice que, en Usandaga [?], ella vio como mataban a uno. Alla, el mohano no puede pasar de un lado al otro, porque el agua es salada. Por eso hay que enterrar el zángano en la otra orilla.

El agua

La orilla del río es la ceja del monte. “En el centro del río hay una meseta rectica que es el plan del agua”. En algunas partes hay charcos muy profundos. Cuando se ven esos borbollones de agua en medio del río es porque está respirando la tierra. Al río lo habitan muchos peces.

Hay un pez que es como los mismos peces, pero muy grande, al que se le dice pescado malo. Según don Juan, que me habla mientras boga con su canalete río arriba, el pescado malo es tan largo como una canoa y tan grueso como cinco de ellas. Es allí, donde él empieza a crecer, que se forman los charcos profundos. Frente a la peña de Echeverri habita un pescado malo. Eduardo, en la champa, siempre que me llevaba a Boca del Salto trataba de intimidarme nombrándomelo.

El pescado malo no come, sólo asusta. Es negro y se le dice fiera. Él se atraviesa el río, pero se aplana cuando oye ruido. Doña Florentina me cuenta que en el río Baudó hay unos charcos muy feos con pescados malos y que, cuando es verano y el río va a crecer, él se enoja. En Quito, dice doña Juana, a un hombre se le varó la champa encima de él y se volteó. El señor sabía oración contra el pescado malo y por eso se le pudo escapar. Con el secreto el charco se iluminó y en ese momento lo soltó. Sin embargo, el pescado malo alcanzó a chuparlo. Por eso, él no puede bogar bien, boga como tieso.

Al río también lo habita la vaca de agua que es una vaca común y corriente, con cola y con cachos. No perjudica a nadie y se está en el centro del agua. No se sabe qué come, porque en el plan del agua no hay hierba. La vaca de agua sale a calentarse los días soleados y se esconde cuando viene la gente. Don Juan ha podido verla.

Hay hombres que viven en el plan del agua. Doña Juana me dijo:

Hasta hace como 30 años había personas que sabían secretos para ir al plan del agua. Allá había otra generación, los sin culo, no tienen culo para cagar. Ellos no comen la comida; la hacen y apenas la huelen, con eso se mantienen. Iban los libres, más que todo se ve en la raza negra. Ellos iban y traían chontaduro caliente. Lo sacaban por la mitad del río, la mitad del río tiene misterio. Hay veces que dicen que el que sabe mete la mano hasta aquí [el codo] y saca el agua para curar, el hierbatero. El agua es más pura. Un tío mío, ese se tiraba; cuando salía, un plato de chontaduro rojo humeado. ¡Eh! Jesús, yo no lo conocí, es historia que me contaban mis tías. En la tierra hay, en la tierra y el agua es lo mismo, sólo que se saca por el agua.

Don Juan me dijo que los sin culo son negritos, negritos y con los ojos colorados. Ellos caminan de lado y cuando se ríen de uno se le ven los dientes, que son muy blancos. Casi llegando a Bellavista, en un charco que se llama Baquerá, se encuentran sin culos y vacas de agua. De los animales del monte, los micos y los monos son los más parecidos a los sin culos.

Julia, que intuyó que yo estaba buscando historias “raras” para mí, me contó que hay madreaguas. Dijo que el zángano secretea un palo (también un trapo, una hoja o una fruta), invocando a una persona y a un espíritu maligno. Lo labran y le untan una hierba. Luego lo sueltan. El palo ahoga al perjudicado. La persona intenta agarrarlo, pero la domina. Ella sale como cualquier cosa, como palo, como champa o como perro. Como siempre, recurrí a doña Juana y ella me habló:

¡Ay!, los cholos si ponen madreagua. Una madreagua que aparecieron en ese río hace unos dos meses. Yo no conozco esa animala y ni quiero conocer. Ellos si saben cómo hacen sus cosas. ¿Quién sabe esa zanganería de cholo? Ni uno libre casi sabe. ¡Ay!, mucha gente, se cogió un cholo y cuando ella coge la gente, se le come toditos los deditos, la boquita, se le come la naricita. Toditos los deditos se los va comiendo; cuando es cogido pues, de madreagua, se come todo eso. Cuando lo encuentran, los dolientes lo encuentran, pues, eso muerto, ya, esa es la señal. Entonces, ahí se sabe que fue madreagua que lo cogió […]. Ella se queda libre para coger al que sea.

A esa ya la cogieron, porque de días ya no oigo más, la cogieron. Vea a ver, esa se ponía en forma de guagua; decían, pues, la gente, porque yo no llegué a verla. Se ponía en forma de cuervo. De distintas formas, ella se pone de distintas formas, de la forma que quiera poner; muñequito también […]. En forma de un pato, de una nutria, balso, palanca, de la forma que le dé la gana. Se pone en forma de un cholo pintadito con bija y con el pelo aquí cortadito. Las tres hijas de Maruja, la de Bellavista, se embarcaron a canoiar las muchachitas y, en eso, cuando ven una palanca que va bajando agua abajo, se tiraron a coger la palanca, se han ido pa´lla. La que no tenía palanca le echó mano. De una vez al agua se fue y se desapareció la palanca. A los tres… al otro día la encontraron. Estaba encima de una raíz con la boquita comida, los deditos comidos, la punta de la nariz comida.

Don Jobino me contó que Casto tenía un perro muy bueno que cazaba todo animal. Él no quería vender su perro. Arcelio, un indio de Catrú, se lo quería comprar y le insistió mucho. Por fin, Casto decidió vendérselo por tres marranos. Un marrano del “cholo” Arcelio mató al perro y él le exigió a Casto que le devolviera la plata. Le dejó el perro tirado en la puerta de la casa. Casto no le quiso devolver el dinero. Entonces, Arcelio le puso un diablo en “el seco” y una madreagua en el agua. Un cholo, Juan Lino, también de Catrú, cogió esa madreagua.

El arcoíris también tiene historia. Doña Juana y su hija Susana me dijeron que cuando él se ve de una quebrada a otra es porque salió a tomar agua. Esa agua la bota después, cuando llueve. Cuentan que los mayores les prohíben a los niños señalar el arcoíris, porque se les “mocha” el dedo, pero ya se sabe que eso es mentira. Si el arcoíris está tomando agua donde hay un pescado, entonces el pescado queda “chirrizudo”, seco. Doña Juana también me cuenta que:

La lluvia, cuando es aguacero duro, de sorpresa, así, decimos que es aguacero humano. Llovió y ahora un momento escampó: la diabla está pariendo; pero cuando está haciendo sol, lloviendo y haciendo sol, la diabla está pariendo. Cuando se vienen eso vientos, esos huracanes, decimos que es humanidad. Y ahí mismo coge uno a rezar. Y ahí mismo empieza a pasar. Secreto hay, se reza una oración en cruz. Se pone cuidado de donde viene, porque eso suena ¡ruuu!, y se reza ahí y luego a los lados. Si se pone el tiempo en Catrú, esperamos creciente, si está oscuro en Catrú. Si hay tiempo en Baudó llega acá. Hay veces que se pone el tiempo allá, en Berreberre. Aquí hubo un huracán. Aquí, el que sabe, lo coge con secreto. Los cholos dicen que es diablo. Empiezan a cantar en su idioma de ellos. A veces uno dice que es humanidad.

El aire

Me contaron que existen brujas que vuelan. Doña Juana me comentó que:

Hay bruja. Cuando le gusta la persona la chupa y cuando le quiere hacer mal la envenena con las muelas. Mi suegro Emiliano curó a Olivia, porque la primera mujer del marido le puso huevo en las partes. Emiliano la curó y la bruja se enojó. Ella era de las ánimas. Se le montaba a él en el techo y le echaba viento. Entonces, él se fue a donde Chamaías a aprender a cantar, como a los 60 años sería. La bruja se convierte también en pájaro, pero yo ese animal si no conozco.

Rubén me contó que la bruja:

Cuando cierra la noche, se quita el forro, lo apilona en una parte y sale a volar. A uno lo chupa o lo muerde, jugando o por maldad.

Doña Juana me contó otras muchas historias:

Aquí, en este lugar, un señor cogió una bruja. Venía volando, entonces le puso un aparato, una mesa en el patio; entonces, cogió, consiguió la mostaza y buscó una aguja sin usar y la enhebró, pero no le dio nudo acá, la dejo sin darle nudo. Vació la mostaza encima de la mesa, tendió un trapo sin usar y puso la aguja. Pues que al otro día amaneció la bruja ahí, la bruja sin velo, apenada ahí. No sé qué parada le habrá el señor puesto. La entraron a la casa, entonces le preguntaron que ella qué buscaba, de dónde venía. Entonces le entrega la bruja: ¡Ay!, yo no vengo de aquí de estas tierras. Entonces: ¿Y de dónde venís? Entonces le contesta la bruja: Yo vengo de España. Vuelta y le pregunta: ¿Y qué buscás? Entonces le contesta la bruja: Yo no ando por hacer maldad, yo estoy por conocer tierra. Ya la tuvieron ahí como tres días, la metieron a la cocina. Entonces la bruja les decía a las sirvientas: ¡Ay!, lárgueme muchacha. Entonces le preguntaban las muchachas y nosotras como hacemos pa´ largarla a usted. Entonces, ya decía la bruja: ¡Ay! Cuando quebraban ellas los huevos les decía la bruja: ¡Ay!, denme esa conchita de huevo. Pues, al otro día, cuando fueron a ver, se había ido la bruja, porque la bruja, la concha de huevo es la champa de ella, el potrico de ella, lo mismo que ella volar.

Lo mismo que la bruja, vea, ella, usted coge y le da un garrotazo bien fuerte, que ya no se pare más. Entonces, ella pide, ella dice: deme otro garrotazo. Porque el otro garrotazo es la cura de ella. Para quebrarla de una vez tiene que ser un solo garrotazo no más. Así es la bruja. Eso pasó en el San Juan, nada más paso. Un tío mío le tocó garrotiar una bruja y pedía limosna, que le diera otro garrotazo. Y esa disque era blanca, los ojos eran azules: No es para hacer maldad, yo ando conociendo tierras. Los senos, las tetas son las alas de las brujas. Tiene las patas para atrás, volando completamente. Cuando va volando va botando un mechón de candela por el pujo.

Y…

Una vez nosotros en Sandó, en Pepé, una noche, qué bonita. Y había una señora que llamaba Eduarda. Esa sí volaba y con la ventaja que era descarada y le estaba enseñando a volar a la hija. Entonces, ese día, porque la bruja no vuela sábado, no, ese día se fueron a volar. La hija con la mamá, pero novicia. Decía la hija: ¡Ay!, mamacita, me caigo. Y le contestaba la mamá: Tenete duro, tenete duro. Y, en ese juego, al otro día nos dimos cuenta que era Eduarda. Porque si era descarada. Porque ella, al otro día, vino a la casa y ya se pusieron a chuliarla y ella caiga a reír, porque se sabía que era ella.

El conocimiento

Falta la información sobre los zánganos libres (negros e indígenas), la lectura de orines, la cura con vegetal y la forma de “arreglar” a los niños. También faltan los datos sobre la muerte. Hay algunas historias sobre el diablo y sobre el secreto de hacerse invisible.

Sobre el At. 55: faltan los mapas las quebradas de Tatabrea, el salto, Acoó y Guineo. También los árboles de parentesco de la gente con quien trabajé y las notas sobre el “parentesco simbólico”. El recetario que sigue esta aún incompleto, pero es la mayoría. Tengo algunas hojas de estas plantas, pero parece que es muy difícil clasificarlas con la sola información que brindan ellas.

RECETARIO

ALBAHACA: Para baño de asiento, baño de pie. Cuando la persona se baña con los pies calientes el humor se sube, el calor está arriba. El baño baja el humor.
         Para lombriz.
ANAMÚ: Para lombriz se machaca con agua. Se le da sumo al niño.
         Contra bruja. Se machaca con tabaco y se pone en emplasto sobre la chupadura. Se rodea el cuarto para que no entre.
BEREJÓN: Para pasmo de mujeres. Se cocina para toma. Se amasa para baño.
BERBENA DE CASTILLA: Para lombriz. Se machaca. Se toma el sumo con un poco de agua.
BIJA: (Hoja) Para pasmo. El agua se pone a calentar al sol y se hace un baño.
BORRACHERA: (Morada). Para tonga (para ver).
BOTONCILLO: Para el hígado. Se machaca. Se agrega agua y se purifica con limón.
CAÑA BRILLA: Para fresco. Baño narado.
CARGAMANTA: Para sereno de los niños. Se le da purgante.
CATABRITO: Para calor. Con malva e hilo propio.
CALABOGA: ¿O cawalunga? (Semilla) Para el ojo.
CELEDONIA:
COCALITO: Para gripa. Se apaga (Como preparar agua aromática)
CHOCORIA: Para fresco. Junto con malva, hilo propio, catabrito y escoba babosa.
DESBARATADORA: Para dolor (cualquiera). Se machaca y se pone en emplasto.
            Para descompostura se mezclan las 7 desbaratadoras.
DESCANSÉ: Para dar sangre. En sumo cocido.
ESCUBILLA: Para bilis. Se cocina en agua.
ESCOBA BABOSA: Para calor. Junto con malva, hilo propio y catabrito.
ESPADILLA: Para lombriz y fuego.
DOÑA JUANA: Para curar culebra (cualquiera) y para infección. Se cocina y se unta en emplasto.
            Para hemorragia femenina.
            Para descompostura. Se agrega suelda con suelda y grama de matojo.
FRIEGA PLATOS: Para tabardillo (tifo). Agregado al baño de fuego.
GALLINACITO: Para dolor. Se frota en las manos y se unta en la parte afectada.
GRAMA DE MATOJO: (Lengua de vaca). Para el tifo o Tabardillo.
Para riñones: la grama pequeña con la pelusa de maíz. En guarapo se agrega grama de matojo y frega platos
GOLONDRINA: Para descompostura de hueso. Se machaca y se pone en emplaste.
GUÁCIMO: Para fresco. En baño narado. Las tres clases.
GUÁCIMO COLORADO: Para fresco. En baño narado. Las tres clases.
GUÁCIMO PELUDO: Para fresco. En baño narado. Las tres clases.
GUACO: Para fresca y fiebre. Se da baño con agua sin cocer. Para picadura de culebra. Cura la trama.
GUAMO: Para los ojos. Se cocinan las hojas de guamo, de papayo y guayabo.
GUAYABO: Para los ojos. Se cocinan las hojas de guamo, papayo y guayabo.
HIERBA DE LA CHIVA: Para gripa. Apagada. Se agrega eucalipto.
HILO PROPIO: Para calor. Se agrega malva. Se machaca y se da baño narado.
MAIZ: (Pelusa) Para los riñones. La pelusa se cocina en agua. Se toma fría.
            En guarapo se le agrega grama de matojo, botoncillo y fregaplatos.
MALVA: Para gripa. Se lava bien para que no pique. Se cocina en agua y se escachasa (limpieza). Luego se pone a enfriar. Se deja reposar una noche. Se amasa con menticol y se baña al niño por la mañana.
MATA RATÓN: En fiebre. En baño sin coser.
MENTA: Para lombriz. Se agrega hierbabuena. Se toma con agua cocida o sin coser.
PAICO: Para lombriz.
PALMA DE CRISTO: Para fresco. En jugo. En sumo.
            Hemorragia.
            Para peste de perro. En guarapo con palma de caña.
            Para dolor de cabeza. Se pone de venda o machacado envuelto en un trapo
PALO Y: Para culebra.
PAPAYO: Para los ojos. Se cocinan las hojas de guamo, papayo y guayabo.
PIDDÉ: Para tonga (para ver).
POLEO:
RAMO VENDITO: Para ojo. Se agrega cabello de mellizos y agua vendita.
RODILLO: Para tapadura de orines. Se cocina en agua y se toma.
            Para fiebre. En baño.
SANTA MARIA BOBA: Para orines.
            Para fuego.
SUELDA CON SUELDA: Para descompostura de huesos se machaca y se pone emplasto.
            Para diabetes y hemorragia. Se hace sumo, consumido en el fogón. Se descachasa. Se clarifica con tres gotas de limón. Se da toma.
SALVIO MACHO: Para cicatrizar herida. Se tuesta la hoja con candela. El polvo se echa en la herida.
SAUCO MACHO: Para fiebre. Baño de agua sin cocer.
TRES DEDOS: Para quemada. Se cocina en agua y se lava la herida.
VERDOLAGA:
YANTEN: Para el dolor o gárgaras y para cualquier tumor. Con agua sin cocer. Se toma con un poco de sal.
YARUMO: Para fuego. Se unta la baba del palo.
YUYO:
 

Transcrito por Cristhian Camilo Rodríguez Fajardo en abril de 2020

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