“La casa de los locos”: Un entorno viviente

Cómo las significaciones construidas de manera conjunta al lado de las plantas configuran al territorio que se habita como un espacio que posee vida propia

María Daniela Mejía

m-mejiab@javeriana.edu.co


Patio de don Amílcar
Patio de Don
Amílcar Rivera y de Doña Esperanza;
las flores rojas y fucsias son
los geranios.
[Fotografía: Laura León]

Tras realizar un acercamiento hacia las nociones de ‘Espacio’, ‘Lugar’, ‘Paisaje’, ‘Cultura’, y ‘Territorio’ mediante el ejercicio de poner en discusión conceptual diversas posiciones epistémicas, sin dejar de lado la evaluación personal de cada concepto en la vida propia, fue posible comprender que los espacios en los que se reside pueden adquirir significaciones dadas por nosotros mismos. Significaciones que se traducen en una apropiación del espacio que se habita, transformándose éste, conforme las vivencias, en un lugar cargado de identidad, en un territorio, es decir, en un producto social construido a partir de las relaciones que establecen en éste los individuos entre sí y así mismo, a partir de las relaciones dadas entre los sujetos y el entorno determinado.

Tales significaciones que caracterizan la apropiación de un espacio y que llevan a que las sociedades entiendan tal espacio como su territorio se pueden enmarcar ya sea dentro del género, como determinante en la estructuración del sentido que se tiene del espacio y del lugar; dentro de la humanización de dicho espacio; o en las cargas simbólicas que se le imprimen al entorno; sin olvidar las relaciones cuerpo-territorio, las cuales pueden entenderse, por ejemplo, mediante la perspectiva Makuna y Kogi, donde la relación del espacio y del territorio es entendida a través de la metonímia, ya que nos muestra que no se trata de “ser como el territorio” sino todo lo contrario, de ser el territorio, argumentando esto en la relación directamente proporcional entre el deterioro o el bienestar del territorio y la persona, como lo exponen Cayón y Paternina en sus trabajos etnográficos (2008) «Ide Ma: El camino de agua. Espacio, chamanismo y persona entre los makuna» y (1999) «Los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta: una visión desde el cuerpo, el territorio y la enfermedad» respectivamente.).

Ahora bien, el presente texto etnográfico se enmarca dentro de una significación caracterizada por la humanización del espacio que se habita, donde puede evidenciarse cómo un entorno determinado puede ser una unidad orgánica mediante las relaciones que se establecen en éste y con él.

Así, como punto de partida, es esencial la experiencia etnográfica adquirida en Nariño, más específicamente en una vereda llama Espino Alto, ubicada en la unidad de paisaje ‘Piedemonte’ (según el Ordenamiento Territorial del municipio de Pupiales, este está conformado por unidades de paisaje, consideradas como una porción de superficie terrestre con carácter de homogeneidad, las cuales comprenden veredas.), localizada al noreste del municipio de Pupiales situado a 7 Km. de Ipiales y a 91 Km. de Pasto. En ésta vereda visité a don Amilcar Rivera y a su esposa la señora Esperanza. Don Amilcar es médico naturista certificado, trabaja con plantas medicinales y es apicultor, actividad que aprovecha al máximo, pues la relaciona también con su proceder medicinal, aplicando la apiterapia como otro más de sus servicios.

El objetivo de la etnografía se fue definiendo a través de la experiencia adquirida en su entorno familiar, donde la relación que él y su familia tienen con su entorno, tuvo un sentido mucho más claro al verla a través del lente paisajístico de Carl Sauer. Perspectiva que no puede ser explicada sin antes mencionar que un paisaje puede ser entendido como la materialización de los significados que competen a sus habitantes y por tanto, no hay evidencia de contemplación sino que se actúa sobre él desde la cotidianidad. Ahora, lo que Sauer indica en cuanto al paisaje es que este puede ser comprendido como un área compuesta por una asociación distintiva de formas, tanto físicas como culturales; un área que puede ser comprendida como unidad orgánica, teniendo en cuenta que el considerar al paisaje como si estuviera vacío de vida podría ser una abstracción forzada de la buena tradición geográfica (Sauer, C. 2006).

Tras lo expuesto cabe darles lugar a ciertos interrogantes, como por ejemplo, ¿Cómo un paisaje está dotado de vida? ¿De qué manera constituye la casa de don Amilcar Rivera un paisaje o unidad orgánica? Y si un paisaje es la materialización de los significados que competen a sus habitantes ¿cuáles son los significados que don Amilcar y su familia le imprimen a su hogar? Y por último, ¿cómo actúan ellos en su cotidianidad sobre la materialización de tales significados?

Al afirmar que no puede entenderse a ningún paisaje como falto de vida se tiene en cuenta que la perspectiva de unidad orgánica cambia según el contexto; en lo que respecta a la casa de los Rivera, esta constituye una unidad orgánica esencialmente porque todos los habitantes de allí contribuyen a las significaciones que día a día se le imprimen a tal espacio a través de las relaciones que establecen entre sí, configurándolo así, como territorio. Sí, todos. Desde don Amilcar y su familia, hasta las plantas que cultivan.

Ahora bien, es claro que en lo que me baso para referirme al entorno ya mencionado como unidad orgánica, radica en las significaciones que se construyen día a día a través de las relaciones que don Amilcar y su familia tienen con las plantas que cultivan, pero ¿en qué consisten tales significaciones?

Me encontré entonces con tres significaciones a resaltar en la relación que don Amilcar y su esposa tienen con sus plantas: las dotan de características anímicas, y no sólo eso, también asemejan la alegría humana con el aspecto folclórico de estas, sin dejar de lado el hecho de que la mayoría de las plantas son medicinales, lo cual supone propiedades que permiten distinguir una de otra, – aspecto que tiene relevancia en las relaciones que se establecen con estas, considerándolas a cada una de manera singular, pudiendo considerar lo anterior como una suerte de personalidad-. Quiero referirme respecto a tales hechos a través de mis anotaciones y las de una compañera que fue a este lugar un día distinto al que yo fui.

Las plantas son energía y ellas sienten. Cuando yo voy a curar a alguien, me acerco a la planta y le cuento todo, a quién voy a curar y qué es lo que tiene esa persona, luego le pido permiso y ya después si vamos a sanar [Diario de campo, 17 de abril de 2014, Nariño; voz de don Amílcar].

El tabaco, por ejemplo, es muy celoso. Un vez, recién que lo planté acá vino un compadre mío y me dice que porqué tengo esa mata tan fea acá, que yo no debería haberla sembrado y no sé qué más cosas. Al día siguiente me llama contándome que tiene un salpullido y tuvo su recompensa, el único remedio para eso es venirse a disculpar con el tabaco, no hay de otra [Diario de campo, 17 de abril de 2014, Nariño; voz de don Amílcar].

Se les dice ‘Colegiales’ a los geranios precisamente porque sus colores se ven como la alegría de un colegial [Diario de campo, 17 de abril de 2014, Nariño; voz de doña Esperanza].

A las plantas toca consentirlas, amarlas y respetarlas como a los humanos porque ellas escuchan todo; si por ejemplo alguna tiene ‘hijitos’ y se los quitan se pone brava y se muere, de eso nos dimos cuenta cuando con mi esposa le quitábamos los ‘hijitos’ a las flores, se ponían bravas y se morían, ahora les pedimos permiso para que no se mueran [Diario de campo, 16 de abril de 2014, Nariño; Daniela González Ramos; voz de don Amílcar].

De esta manera, ambos se refieren, en lo que respecta a sus plantas, a la capacidad de aprobación que estas tienen, lo que se identifica a través de una respuesta, es decir, se ponen bravas o no; el hecho mismo de que puedan encontrarse bravas se constituye como una significación de temperamento. También se refieren a la disposición de escucha que las caracteriza; la capacidad de sentir más allá del tacto, es decir, sentir enojo, celos, el cariño y el respeto, lo que pudo evidenciarse en el caso ya referido del tabaco.

Además de estas significaciones de humor, del sentirse enojadas, amadas, respetadas u ofendidas, y el exigir ser tomadas en cuenta para cualquier decisión que implique el uso de estas, lo que doña Esperanza me dijo da cuenta también de significaciones analógicas, donde se relacionan dos entes distintos y se les encuentra un vínculo de semejanza, tales entes son los geranios y los colegiales y la semejanza encontrada es la alegría, de la cual los geranios dan cuenta por los colores que los caracterizan.

Así, tras haber especificado qué significaciones de humor y analógicas se encontraron, es preciso dar lugar a las propiedades medicinales de cada planta como características que pueden significar una suerte de personalidad.

Partiendo entonces de este concepto, donde según la Real Academia de la lengua Española, la personalidad es un conjunto de características o cualidades originales que determinan una diferencia individual, la cual constituye a cada persona y la distingue de otra, cada planta tendría aspectos propios que la diferencian de las otras, pero claramente no son personas y como lo indica el concepto ya referido, sólo a las personas les corresponde una personalidad; pero si ya se les ha dotado de significaciones anímicas y analógicas ¿en ese orden no faltaría dotarlas de un alma o de humanizarlas?

Se necesita entonces un factor humanizante, factor entendido a partir del animismo, pero ¿por qué se entiende a la humanización a partir del animismo? Bien indica Acero en su tesis que una persona viva se diferencia de un cuerpo inanimado porque supone la presencia de un alma, la cual puede entenderse como una delgada imagen insustancial humana, causante de la vida del individuo que anima (Acero, S. 2010). Así, sólo al considerar la existencia de la vida anímica de las plantas, puede darse lugar a la humanización, ya que no puede otorgársele características humanas a la materia inerte.

Teniendo en cuenta lo anterior, las plantas de la casa de don Amílcar dan cuenta de ser seres animados en diversos aspectos; puede afirmarse que la humanización de las plantas curativas y aún de las que no curan como los geranios son un claro ejemplo de animismo, pues se les atribuye características humanas, características que sólo son posibles a través de la tenencia de un alma.

Ahora bien, en cuanto a las características que hacen de una planta singular respecto a otras y trayendo a colación algunas mezclas de estas propiedades para formar un componente único:

-Caléndula: Antibiótico, cicatrizante, pero en exceso baja las defensas.

-Yacón: Es bueno para todos los males.

-Yanten: Antibiótico y ayuda a bajar de peso.

-Manzanilla: Cura cualquier dolencia.

-Sábila: Refresca.

-Clavos de olor, estrella de anís, canela y Romero: Alivia cólicos menstruales.

-Árnica: Cura el apéndice y la vesícula.

-Sauco y Caléndula: Son buenos para la artritis.

-La cáscara de la papa y la semilla del Aguacate: Baja el colesterol y ayuda a aliviar la gastritis.

-Ortiga, Alfalfa, Diente de león, Perejil y Miel de Abejas: Es bueno para la anemia.

-Canela, Uchuva, Valeriana, Manzanilla, toronjil: Es bueno para los nervios.

-Pepa del Aguacate rayada: Sirve de anticonceptivo.

[Diario de campo, 16 de abril de 2014, Nariño; Daniela González Ramos; voz de don
Amílcar].

Hoja de laurel
Hoja de Laurel, de la finca de don Amílcar Rivera
<> [Diario de campo, 17 de abril de 2014, Nariño; voz de Don Amílcar]

Hoja de marihuana

Hoja de Marihuana de clima frío, de la finca de don Amílcar Rivera
<>
[Diario de campo, 17 de abril de 2014, Nariño Voz de Doña Esperanza Reina]

Tras dar a conocer la relación que don Amílcar y su esposa tienen con sus plantas, es pues momento de abarcar cómo las significaciones comprendidas en esta relación constituyen la casa de los Rivera como la casa de los locos. Así me contó doña Esperanza que le dicen a su casa los vecinos de la vereda.
Don Amílcar Rivera

Don Amílcar Rivera. [Fotografía: Camilo Poloche]

Ella misma me explicó que su casa es conocida así por la abundancia de plantas medicinales y por las relaciones que ellos establecen con estas, ya que son los únicos en Pupiales que tienen conocimiento del manejo de tales plantas para la sanación de las personas. Por otro lado, a través de las fotografías anteriores se puede apreciar que cada rincón está habitado por una planta, sin olvidar la presencia del plástico que las cubre protegiéndolas de las lluvias torrenciales y almacenando el calor, a modo de invernadero; estas dos características no son comunes, o no lo son al menos en las casas que se visitaron, porque aunque todos los indígenas procuran tener plantas en sus casas, no todas son medicinales, la mayoría son más que todo por decoración, y por tanto, aunque requieren cuidado, estas flores y plantas decorativas no constituyen el sustento económico, lo que hace innecesario el plástico ya mencionado.

En la siguiente fotografía puede observarse la abundancia de plantas decorativas, en una casa diferente a la de los Rivera.
Doña Tulia Puarpuzán
Doña Tulia Puarpuzán; Casa de la familia Reina. [Fotografía: Victoria Tobar]

Otro factor determinante para que se refieran de esta manera a la casa en cuestión es la ubicación un tanto peculiar de un árbol, el cual se sitúa justo cuando se termina el patio y se divisan los terrenos del ganado, árbol –según doña Esperanza- ubicado en toda la mitad de la casa, hecho que ella misma refería a una de las causas de que los vecinos hablen de su casa como La casa de los locos.

Así, a manera de conclusión, el hecho de que las plantas tengan características humanas atribuidas tales como el humor, el asentir frente a algo, la alegría ligada a su apariencia, sin dejar de lado la capacidad de escucha, el poder percibir el respeto y el cariño y por supuesto, la tenencia de una personalidad -característica únicamente posible a través del animismo-, da cuenta de la unidad orgánica que es esta casa, de que no puede entenderse este paisaje como si estuviera vacío de vida (Sauer, C. 2006) precisamente porque la vida anímica de las plantas las constituye como las significantes principales de la casa de los Rivera, siendo entonces necesario, hablar de estas como un integrante más de esta familia.

Tal casa es un paisaje, un entorno viviente, porque en ella se materializan diariamente los significados que competen a todos sus habitantes, materialización ejercida de manera conjunta, donde no se deja cabida a la contemplación sino que se actúa sobre este lugar desde la cotidianidad, lo cual ocurre al fortalecer día a día la relación con las plantas como lo que son, integrantes de la familia.

Bibliografía
Acero, S. (2012). Encanto y Temor. Representaciones sociales en torno al volcán Nevado de Ruiz en el norte del Tolima. Tesis para optar por el título de antropóloga, no publicada.
Cayón, L. (2008). Ide Ma: El camino de agua. Espacio, chamanismo y persona entre los makuna. Antípoda, Revista de antropología y arqueología (7), 142-163.
Española, R. A. (2001). Definición de Personalidad. Recuperado el 14 de 04 de 2014, de Diccionario de la lengua española (DRAE): http://lema.rae.es/drae/?val=personalidad
Paternina, H. (1999). Los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta: una visión desde el cuerpo, el territorio y la enfermedad. . En Mara Viveros y Gloria Garay (Compiladoras), Cuerpo, diferencias y desigualdades (págs. 272-296). Bogotá: CES, Utópica.
Sauer, C. O. (2006). La morfología del paisaje. Revista de la Universidad Bolivariana, 5(15), 1-21.
Unidades de paisaje. (s.f.). Recuperado el 14 de 04 de 2014, de Sitio Oficial de Pupiales en Nariño, Colombia: http://www.pupiales-narino.gov.co/informacion_general.shtml

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