Dar a luz hijos de crianza. La familia en el Norte del Tolima

Publicado 11/08/2014

Paula Palacios

paupalamen5@gmail.com


Inicialmente este escrito se adelantó a fin de dar cumplimiento a una tarea académica, no obstante la experiencia de campo hace reflexionar acerca de la etnografía como metodología y posibilidad de estudio, que potencia y desarrolla nuevos aprendizajes para ver con otros ojos las diversas realidades a las que nos incorporamos en nuestro quehacer desde la Antropología. Surgen en este estudio particular, nuevas comprensiones de las lógicas de la maternidad, de la crianza de hijos no biológicos y de la adopción como práctica no formal.

Posterior a esta experiencia de campo, me encuentro con una investigación desarrollada por la Antropóloga Andrea Buitrago (2012), en la cual evidencio algunos puntos de encuentro, por lo cual deseo compartir mi experiencia en Murillo, Tolima, Colombia, en un corto período. Inicialmente se planteó la observación dirigida hacia los hijos de crianza, una temática que consideré posible encontrar y desarrollar en este lugar y que efectivamente se logró avanzar en sólo un estudio de caso, dadas las limitaciones de tiempo. No obstante lo anterior, se vislumbró el tema que permite un acercamiento a lo que denominamos “hijos de crianza”, entendidos como los hijos no biológicos criados por otras mujeres que los adoptan como propios, sin que necesariamente medien los mecanismos formales de adopción.

La Crianza es un aspecto que se ha connaturalizado al hecho de la maternidad, entendiéndola como la experiencia femenina de concebir y parir. Sin embargo, en este trabajo de campo se quiere arriesgar a ver otros diferentes tipos de maternidades. La maternidad no necesariamente está dada por la consanguinidad o por el hecho biológico de una madre. Existen en esta experiencia, formas diversas de entenderla. Una de éstas, es cómo algunas mujeres por decisión propia o en colaboración con otras mujeres, crían niños que no son biológicamente propios, sin embargo, pese a esto asumen y cumplen la misión de la madre biológica y por tanto dichos hijos crecen con una figura materna, aspirando dichas madres, a suplir la ausencia de la madre biológica. Vale la pena destacar que se hace evidente en el trabajo de campo que ni los hijos ni la comunidad desconocen el carácter adoptivo de la relación, es decir se reconoce que no hay una relación biológica dada por la gestación y el parto, de ahí que surjan expresiones como “esa es la mamá propia” la intención de las madres de crianza no es negar dichas relaciones, antes bien, expresan la dificultad de “levantar hijos ajenos”, no obstante los crían como propios.

Como lo enuncia Andrea Buitrago en su Trabajo de Grado, las “madres de crianza son el corazón de todo y es a partir de sus experiencias de generosidad que se explora esta práctica de adopción, desde la vivencia y el sentimiento” (2012 p.6). Un análisis sobre la consanguinidad y la afinidad, en el libro Sistemas de parentesco y matrimonio de Robin Fox, plantea que los parientes se definen como tal en cuanto la sociedad los reconoce y el vínculo sanguíneo no tiene necesariamente que ver con este hecho. El autor plantea una reflexión en cuanto a la consanguinidad y a la afinidad, afirmando que varía, quien cuenta y quien no cuenta como pariente consanguíneo. “Un consanguíneo es alguien a quien la sociedad define como tal, y el vínculo “sanguíneo”, en sentido genético, no tiene necesariamente que ver con ello” (Fox, 1972, p.31)

Dentro de la observación realizada en campo, se destacan las relaciones de maternidad con hijos no biológicos y madres de crianza, las cuales optan por tomar el papel de madres, sin necesidad de que exista un nexo consanguíneo, simplemente se generan vínculos afectivos que juegan un papel clave dentro de la relación, asociada a la adopción, como práctica por parte de una madre. La observación de esta experiencia hace que se replantee el concepto de crianza, que no va necesaria ni únicamente de la mano con la maternidad biológica o con los vínculos de sangre. El “dar a luz” siendo tradicionalmente un imperativo de la maternidad, no lo es necesariamente de la crianza. Este estudio, por la información recogida en conversaciones informales con algunas de las mujeres en Murillo, Tolima, ha hecho pensar e interpretar que también se puede dar a luz a un niño que no ha nacido de sus propios cuerpos. La vida no se da sólo con el hecho biológico de nacer, se da con el hecho de vivir, de crecer, de ser criados, aceptados, cuidados y amados por personas diferentes a quien los da en nacimiento. Acojo a Buitrago citando a John Barnes en 1973, en su artículo Genitor: Genitrix: Nature: Culture?, “introduce términos distintivos entre padre – madre y progenitores. Estos términos planteados más desde un modelo teórico para ser aplicados a modelos empíricos, consisten en un claro esfuerzo por diferenciar desde la teoría, entre las personas que engendra y las que crían, mostrando finalmente la frecuencia con la que se presenta esta práctica de la adopción” (Buitrago, 2012 p.10). Como lo enuncia Buitrago, se devela un sistema de prácticas y conocimientos que opera y se reproduce en la sociedad, que define como deben ser cuidados, alimentados aseados y acompañados los hijos a través de su crecimiento; hasta que son “levantados” . Esta indagación no es eminentemente bibliográfica, se trata más bien de un ejercicio de sensibilización a una experiencia de vida, es un reconocimiento a otras lógicas maternales que surgen de las circunstancias y del deseo de algunas mujeres de ejercer la maternidad.

Uno de los casos más relevantes que aporta al estudio de los hijos de crianza, es el caso de doña Margarita Durán, mujer de 87 años, quien nunca pudo concebir hijos biológicos sin embargo, su “don de madre le fue dado” (tal y como lo asegura Laureano Sierra, habitante de Murillo) y es lo que le ha permitido “dar a luz” al mundo a varios niños y niñas. Les enseñó cómo vivir según le ha parecido mejor . Fue una mujer casada, quien comenta que en el momento en el que se conoció que no era un problema médico de ella el no poder tener hijos, su esposo se negó a aceptar que podría ser el causante. Éste le respondió a su médico en ese entonces: – Yo siempre he sido un hombre muy sano, me alimento bien y hago ejercicio, eso no es problema mío – tal como lo cuenta doña Margarita. No obstante, sus ansias de ser madre nunca se han ido, hasta hoy en día, a los 87 años aún continúa la crianza de un niño de 8 años. Esta experiencia, a la luz de Barnes, constituye un modelo para diferenciar quien engendra y quien cría.

Hay una afirmación que llama la atención: “ser madre, ha sido para lo que nació”, como lo comentan algunos de los habitantes del pueblo. Así ella haya tenido esposo, su familia posterior a la muerte de su compañero, se ha constituido en ella y el niño que está criando. Tal y como lo señala Robin Fox (1972), el núcleo familiar, en este caso y en general, no es el constituido por padre, madre e hijos, es el que se da entre madres e hijos, éste es el núcleo indisoluble que debe existir socialmente para que la especie perdure. La madre y sus hijos generan lazos difícilmente indisolubles, que perduran en el tiempo. Ésta relación no se determina necesariamente por la consanguinidad, el núcleo familiar es establecido por lazos afectivos.

En la actualidad se encuentra a cargo de Michael, un niño de 8 años, que se constituye como el nieto, pues es hijo de una de las niñas que fueron criadas por doña Margarita, aunque legalmente sea su madre adoptiva. Como cabe resaltar, Michael le dice mamá, al igual que ella considera al niño como su hijo, estas categorías han sido asignadas mutuamente y en este caso en particular, tanto la gente del pueblo, como ellos dos, no hacen distinción entre abuela y madre, tal vez porque como dicen “las abuelas son más madres que la propia mamá”. Ella reflexiona y comenta cómo aquellas quienes son buenas madres han sido recompensadas y cómo en el caso de aquellas que han dejado desprotegidos a sus hijos han sido castigadas. La madre de Michael, enfermó de Leucemia, “su sangre se infectó”, dice. Posterior a su muerte sus hijos son repartidos y Michael y su hermano mayor son puestos a disposición del Bienestar Familiar. Doña Margarita con la intención de protegerlos, pide la custodia de ambos, no obstante y según sus palabras: “sólo me dieron al menor de los dos hermanitos”. Ella no tiene relación de consanguinidad con estos niños, ni con la mayoría a los que ha criado, con todo esto, lo que los une es el afecto que ella tiene por ellos y ver el estado de desprotección en el cual quedarían, lo que la ha llevado a tomar la decisión de convertirse en madre de nuevo.

Doña Margarita reconoce lo difícil que ha sido criar a este niño, no se refiere a ser una adulta mayor criando un niño, si no a lo preocupante de la situación del pequeño. Busca siempre que él no caiga en manos de los vicios o en “malos pasos”. Es aquí donde dice que la sangre del niño es igual a la del padre, ya que lo que ella ha intentado hacer por ejercer autoridad, ha fallado en repetidas ocasiones. No habiendo sido la sangre aquel vínculo que une o que otorga el tipo de relación que se tiene con los hijos, ha sido por medio de la cual la vida de este pequeño ha tomado el camino que hoy tiene que vivir. Ha sido por la sangre, la razón de la muerte de su madre biológica. Ésta sustancia, no ha sido la que otorga el grado de parentesco, aunque ha determinado el tipo de persona que se espera sea Michael, ya que ésta se hereda y según doña Margarita, la ha heredado de su padre biológico.

Para indagar acerca de la importancia de la sangre dentro del parentesco, podemos abordar a Janet Carsten (2011), quien aborda las sustancias del parentesco y como éstas son mutables, en el caso de la sangre, como sustancia está en constante transformación. En muchos casos la sangre puede mutar en amor, o relacionarse con el valor, tanto de moneda como de valentía. La sangre en el caso de Michael, siendo heredada, se ha mutado de sus padres a él, esto le da el carácter y la personalidad, su “humor” . La sangre es más espesa que los genes, ésta siendo mutada en amor, puede comprenderse como es ésta sustancia la que une a Michael con doña Margarita. El amor que se tiene con su madre de crianza es más fuerte de lo que se podría llegar a pensar.

Los sentimientos que doña Margarita manifiesta en todo momento sentir por Michael son los que una madre biológica puede llegar a sentir por sus hijos. Son sentimientos que la vinculan afectivamente y de mucha preocupación por el futuro de este niño. Una de las grandes preocupaciones de esta madre es dejar a Michael abandonado y sólo, porque ella reconoce que nadie se haría cargo de él en el momento en el que ella falte. Ha hecho conciencia de su edad y así mismo es consciente de que Michael es un “verraquito” según sus palabras, que si no lo ayuda alguien a “caminar derecho” el futuro de Michel no va a ser prometedor.

Como se afirmaba anteriormente, la sangre le da el temperamento y el humor al niño, y es por esto que doña Margarita afirma que él tiene un humor pesado (así como la sangre), es de temperamento duro y no se deja aconsejar ni guiar fácilmente. Algunos de estos hechos muestran cómo la maternidad es asociada al hecho de criar y sacar adelante o dar a luz niños al mundo, no es simplemente un hecho de dar vida, sino de dar herramientas para vivirla. Lo que muchos de los habitantes de Murillo resaltaron y tienen claro es que: -“Los hijos son prestados”, esta afirmación fue común y mencionada por diferentes personas, con diferentes padres y madres con los que hablamos. Los hijos no son de los padres, son del mundo y de ellos mismos, los padres, ya sean quienes los crían o dan vida, no son los responsables del camino que cada uno toma.

Con los hijos de crianza y por la experiencia de doña Margarita, esto es aún más claro, aunque haya sido ella quien los da a luz al mundo. La vida misma se encarga de quitarlos de su lado, cada cual toma su camino. Con muchos de los hijos de doña Margarita ha sido así, han compartido tiempo y vida a su lado, hasta que deciden salir de casa ubicando un camino diferente. No todos han corrido con suerte, como lo dice Doña Margarita de: “dar con buenas vidas”, aunque para ella esto tiene una explicación y es que los hijos cargan con los errores de sus padres, las cargas que los padres biológicos llevaban en su sangre les ha sido heredada y las madres quienes los reciben como doña Margarita, no les pueden ayudar a alivianarla.

Para concluir se podría afirmar que tanto los hijos biológicos, como los hijos de crianza generan vínculos afectivos para la figura materna, sobre todo cuando son menores. Aun así, los padres han generalizado que una vez crecen, los entregan a la vida podríamos decir, a vivir su independencia; pero se inquietan frente al futuro de sus hijos, que bien pueden ser seres para el éxito o el fracaso. Lo anterior aplica bien sean hijos biológicos o de crianza. Las estructuras de parentesco se deben estudiar desde la cotidianidad de las personas, desde las sustancias y la personalidad (Carsten, 2004). Cada relación se refleja en los espacios de la cotidianidad de las personas y son reflejo de las relaciones que se establecen.

En el caso de Doña Margarita y Michael, su vínculo de parentesco está ligado a una situación, no se podría afirmar si desafortunada o no, de abandono de niños, quienes quedan al servicio del estado o personas que como Doña Margarita, decidan hacerse cargo de ellos y de darlos a luz a la vida. El vínculo establecido se liga entonces por el afecto y los sentimientos de generosidad y apoyo que se sienten mutuamente entre la madre de crianza y su hijo.

Bibliografía

Buitrago, A. (2012, Noviembre). Madres de crianza: levantando vida en el norte del Tolima. Estudio etnográfico de las prácticas de crianza y adopción. Trabajo de Grado para optar por el título de Antropóloga. Departamento de Antropología. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia.
Carsten, J. (2004). After Kinship. New York, USA: Cambridge University Press.
Carsten, J. (2011). Substance and relationality: Blood in contexts. Annual Review of Anthropology, 19-35.
Fox, R. (1967). Sistemas de Parentesco y Matrimonio. Madrid 1972: Alianza Editorial, S.A.

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