El hospedaje de los arcángeles: entidades en las cadenas de las redes sociales

Publicado 02/08/2021

Ana Maria Peña Gómez

Estudiante de antropología
Universidad de Caldas

Los arcángeles son entidades designadas por Dios dentro de las religiones judeocristianas para tareas asociadas a la protección y al acompañamiento. Además, son intercesores divinos y fungen como mensajeros y realizadores de la voluntad de Dios. La religión católica sólo reconoce a tres arcángeles, debido a que en la Biblia se mencionan únicamente tres nombres. Sin embargo, la creencia popular recoge siete arcángeles, cuyos nombres aparecen en textos apócrifos y cuya devoción ha sobrevivido a pesar de siglos de censura de la iglesia (Montoya, 2008).

Cada arcángel representa una capacidad convocada, así: Miguel, Rafael y Gabriel (los tres oficiales) son para la protección, la salud y la pureza respectivamente. Del lado de los no canónicos: Jofiel es para la inteligencia, Chamuel para el amor, Uriel para la verdad y la fuerza y Zadkiel para la justicia y la misericordia. En general, su presencia en un lugar o una casa trae protección, paz, serenidad y buenas noticias a las personas. Mi mamá dice que una vez se los deja entrar, ellos no se van, “ellos todavía están aquí, por eso hay que mantener la casa tranquila”. 

Antes de analizar más a fondo los poderes de los arcángeles y los encuentros con ellos voy a hablar de la forma en que entraron a mi casa:

Figura 1. El recibimiento

Una amiga de mi mamá le envió una invitación a una cadena de WhatsApp para hospedar a los arcángeles en nuestro hogar. La cadena en cuestión incluía, además de la explicación de cada arcángel, sus oraciones y el link de un blog de internet donde se explicaban todos los pasos para recibirlos, hospedarlos y enviarlos. La amiga, que ya había hecho todo el proceso, debía enviar los arcángeles a otras tres personas en el último día de hospedaje. Mi mamá le dio la dirección de nuestro hogar a su amiga y a las diez y diez de la noche convocó a todos los habitantes de la casa, y como se ve en la figura 1, hicimos una calle de honor frente a la puerta, todos de pie menos mi hermano pequeño, al que se le permitió sentarse porque estaba cansado, presentamos un rosario y una vela blanca encendida y rezamos un padre nuestro y una oración a los ángeles. 

Luego, mi mamá montó el altar, con una manzana roja, un vaso de agua y un sobre donde había escrito tres deseos. También puso un ramo de flores blancas, la imagen de la virgen de Fátima y una veladora que sólo apagaba cuando era momento de dormir (figura 2).  El sitio web donde se encuentran las instrucciones no menciona la implementación de la manzana o el vaso de agua, pero la amiga de mi mamá le recomendó incluir esos elementos para atraer salud y abundancia, pues así le habían enseñado el proceso de hospedaje a ella. Por su parte, mi madre agregó la imagen de la virgen de Fátima, de la que es devota. 

Figura 2. El altar

Todas las mañanas, mi mamá se sentaba frente al altar, tomaba en una mano el rosario y en la otra el celular, donde leía las oraciones del arcángel designado para el día. “Hoy pedí por ustedes (mi hermano y yo) porque tocó el arcángel Jofiel, que es el de la inteligencia; para que les ayude con la universidad”, me dijo uno de los días de la semana.

Así lo hizo hasta el día siete, cuando pasó toda la tarde cuadrando las direcciones de las tres personas a las que les enviaría los arcángeles: mi abuela y dos tías, a quienes mi mamá contó su experiencia desde primer día del hospedaje. En la noche partió la manzana y repartió un trozo a cada persona, luego pasó con el vaso de agua dándonos a cada uno un sorbo, “eso les aprovecha, son bendiciones de los arcángeles”, nos decía. A las diez y diez de la noche, volvimos a hacer una calle de honor frente a la puerta, dijimos de nuevo las oraciones del recibimiento, un agradecimiento por llegar a la casa y las direcciones de las personas que los recibirían ahora. Unos minutos después, mi mamá llamó a mis tías y abuela para preguntarles cómo les había ido con el recibimiento.  Mi mamá incluso terminó ayudando a cuadrar las direcciones a las que mi tía y abuela enviarían los arcángeles. 

No es este nuestro primer encuentro con los arcángeles. Hace unos años conocimos a una mujer que se podía comunicar con ellos. En aquella época yo le puse de forma escéptica “la señora de los ángeles” y nuestro encuentro fue un tanto desconcertante. Me dijo que estaba bloqueando mi acceso a los arcángeles, y que entre las dos opciones de carrera que le comenté, escogiera artes, porque la antropología era un camino muy melancólico. Empecé estudiando antropología, pero ahora estoy estudiando ambas carreras. 

En mi familia hay personas muy creyentes en los arcángeles (una prima jura que un día vio uno en la entrada de su casa). Mi tía es un buen ejemplo, ella es una colaboradora frecuente de la iglesia cerca a su casa y es devota de los arcángeles, quienes la protegen y ayudan. Hace unos meses, intercedieron por su salud cuando enfermó de coronavirus, del cual se recuperó sin mayores complicaciones. Además, los arcángeles le dieron la oportunidad de conseguir una casa propia, por cuenta de la herencia de un amigo de su infancia al que mi tía ayudaba regularmente en sus quebrantos de salud. Mi tía agradece a los arcángeles por todas esas bendiciones y dice que por eso les tiene tanta fe. 

Aunque a veces mi mamá dice que los ángeles le ayudan en tareas variadas, como a recordar dónde están los objetos perdidos, en nuestra casa los arcángeles son una presencia poco citada: sabemos que continúan aquí, pero no se los nombra a menos de que algo extraordinario suceda (hace unos meses, por ejemplo, mi mamá enfermó y yo me encontré rezándole al arcángel de la salud por su recuperación) 

Que sean poco citados no implica que no nos sigan protegiendo, al fin y al cabo, son entidades que continúan actuando, trayendo protección y armonía aun cuando nadie lo pide explícitamente. Contaré una pequeña anécdota para desarrollar esta idea. Cuando era pequeña me asustaron en mi habitación: estaba acostada mirando hacia la pared y sentí que algo me acariciaba el cabello. Al girar para ver quién era, no había nadie. Para lograr que se me fuera el susto y me volviera a dormir, mi abuela regó la habitación con agua bendita e hizo varias oraciones. Al día siguiente, compraron un crucifijo bendito y lo colgaron en una puntilla designada únicamente para este. No me volvieron a asustar, y el crucifijo nunca se ha retirado de su lugar. Tampoco se nos ha pasado por la cabeza quitarlo, porque, aunque no se piense activamente en él, ahí está, protegiéndonos. En nuestro caso, los arcángeles siguen una dinámica similar. 

Sin embargo, hay que aclarar que no basta con llamar o recibir a los arcángeles. Estas entidades -como otras del contexto religioso- ofrecen ciertas atenciones y beneficios a las personas, pero también exigen otras. Volviendo al procedimiento descrito en la cadena de WhatsApp, durante el tiempo de su recibimiento la exigencia era tener hecho el altar con los elementos indicados y cuando se cumplen los siete días o simplemente se convoca su intersección, los arcángeles aún requieren que la familia conserve el ambiente de paz y, sobre todo, la fe. 

Se establece entonces lo que se podría designar como una relación asimétrica. En este tipo de relación una parte tiene más autoridad que la otra y se produce un intercambio en donde una parte (arcángeles) comparte o hace concesiones si y sólo si la otra parte (creyente) cumple sus exigencias. A veces me pregunto qué me hubiese transmitido “la señora de los ángeles” si en ese momento hubiera tenido más fe y se hubiera cumplido esa exigencia. 

Hasta ahora me he enfocado en describir mi experiencia respecto a la relación de mi familia con los arcángeles, y cómo esas entidades conviven con nosotros. Para finalizar quisiera referirme a la otra entidad fundamental en este relato: la cadena de WhatsApp. 

No se sabe exactamente cuándo empezó, ni el medio original por el que se transmitía. El blog de internet que se difunde junto al mensaje de texto fue publicado en 2016 y tiene cinco mil comentarios, la mayoría de ellos afirman haber hospedado a los arcángeles. Lo cierto es que la cadena se va adaptando a nuevos medios (blogs de internet, redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea como Facebook y WhatsApp, etc) para seguir activa. 

Vale la pena pensar la cadena como una entidad con agencia, considerando que: 1) Tiene capacidad para mutar y complementarse con mensajes transmitidos a través de las redes sociales. 2) Involucra constantemente a nuevos actores, tanto humanos (los nuevos huéspedes de cada semana) como no humanos; además de los arcángeles y los elementos del altar, se van agregando más entidades: mi madre incluyó a la virgen de Fátima, y antes que ella, otras personas agregaron el agua y la manzana. 3) Aunque probablemente mucha gente la ignore, la cadena genera una serie implicaciones: por un lado, el sentido de obligación que se produce ante la noción de rechazar a los arcángeles al no recibirlos y con ello perderse de sus bendiciones, algo que se da en otras cadenas online donde se augura mala fortuna a la persona que las ignore, pero que es común en el conocimiento popular donde pueden caer maleficios por ignorar instrucciones y en el catolicismo donde el negar o rechazar a Dios es visto como una falta grande a la fe. Por otro lado, la cadena mueve toda una maquinaria para que se realice (contactar a las personas, preguntar sus direcciones, recibir los arcángeles y enviarlos luego) y se siga reproduciendo a través del tiempo y el espacio. Mi mamá, por ejemplo, envió los arcángeles a una casa que queda a más de 500 kilómetros de distancia, en donde seguramente otras personas seguirán haciendo la cadena.

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Bibliografía

Desconocido (2016) Proyecto – “hospedando en tu casa ángeles y arcángeles”. Blogspot.com http://loqueheaprendidode.blogspot.com/2016/04/1-9-proyecto-hospedando-en-tu-casa.html?m=1

Montoya, S (2008) El culto a los siete Arcángeles: entre la prohibición y el consentimiento. La serie pictórica del siglo XVIII en la iglesia parroquial de Campillo de Altobuey (Cuenca). En El culto a los santos: cofradías, devoción, fiestas y arte. pp. 437-456. ISBN 978-84-89788-71-8